PUBLICADO POR CESAR MORALES
El crimen organizado es una maquinaria que funciona con engranajes meticulosamente lubricados. Las normas son claras y deben ser obedecidas. El rigor de los reglamentos de algunas agrupaciones al margen de la ley se hace extensivo a la sociedad.
En Italia, la vieja bota europea, los mafiosos han observado, al parecer, durante décadas, un código de conducta que hasta ahora había sido evidenciado.
La policía encontró entre innumerables folios, papeles, maletines, sobres y paquetes de todo tipo, un decálogo que debe ser observado con precisión, no solo por los elementos de rangos inferiores de la mafia, sino también por los líderes de las diversas organizaciones, los llamados capos.
Entre las prohibiciones de estos Diez Mandamientos de la Mafia, destaca que los integrantes de las familias no deben visitar los bares ni mirar con grosera insistencia a las mujeres del prójimo. En los bares, al ingerir bebidas alcohólicas en público, se corre el riesgo de ser indiscreto, de perder los estribos y ser vencido por un arranque de violencia, de cometer algún acto impropio de su investidura.
Sin embargo, la restricción sobre las mujeres ajenas, sobre las damas que someten el corazón del amigo, se encuentra explicada en un paréntesis y declara que sobre todas las cosas la mujer más respetada debe ser la del camarada, la del cercano aliado que comparte las tenebrosas incursiones en las coordenadas donde campea por sus respetos el delito.
La Cosa Nostra refuerza así su fama de agrupación basada en el respeto a ciertas relaciones, a ciertos lazos, entre las que destacan la sangre y la amistad. La familia es la sangre compartida, es la herencia de los elementos comunes que proporcionan identidad, los rasgos genéticos madurados por el tiempo y las uniones, la historia de los amores y de los sueños, de los fracasos y los triunfos.
La amistad es para el mafioso un encuentro de energías de la misma vibración cósmica, de vastos recorridos que confluyen en un mismo vértice, una forma de alcanzar estrellas y de asomarse a los abismos.
Así mismo, el decálogo mafioso indica que un buen gángster ha de circunscribirse a la puntualidad con meticulosidad, no debe irrespetar el tiempo de los demás, dilatar inútilmente una espera o un proyecto. No debe aguardarse una cita o una persona con angustia por ver el reloj a cada momento.
Nada enerva más los ánimos de estos asociados, de este cónclave de marginales que ver pasar tiempo sin provecho. Sus actividades pertenecen al sórdido mundo de la oscuridad y la llegada de la luminosidad podría ser para ellos nefasta.
A pesar de sus malas reputaciones, de sus juramentos sanguinarios, de sus miradas coléricas, de sus armas ocultas en los bolsillos del gabán, los pandilleros italianos juran tratar a su esposa con todo respeto y consideración que le hacen merecer el hecho de compartir con ella un proyecto de vida. Han de estar unidos por vínculos irrompibles, por eslabones indestructibles hasta donde lo permita el afecto. El fuego de la pasión podrá desaparecer y el certero golpe del amor haberse diluido en un beso sobre la mejilla, pero la esposa siempre ha de ser el cántaro y el mafioso el agua.
Esta lista de deberes fue encontrada por la policía tras el arresto de Salvatore Lo Piccolo, supuesto cabecilla de la mafia siciliana, luego de que el capo de tutti i capi, Bernardo Provenzano fuera puesto a las órdenes de los carabinieri.
Este código ético de los mafiosos ha sido redactado para modelar el comportamiento de los asociados. Mantener el orden dentro de los grupos mafiosos bajo conceptos tan parecidos a los preceptos tan próximos a lo moral, evoca una influencia religiosa. Para ceñirse a estas normas de conducta, los mafiosos italianos deben jurar fidelidad a la causa.
El sindicado debe repetir la siguiente oración: “juro ser fiel a la Cosa Nostra. Si traiciono, mi carne se quemará”. Así reza este juramento de quienes viven en el límite de la legalidad, de quienes trascienden los linderos de la civilidad con un arma en la mano y regresan a su ámbito manchados de sangre.
Deploran a si mismo los de la Cosa Nostra, que uno de sus correligionarios sea pariente de algún integrante de la policía. Estos no están a la altura de la organización. Deben entonces asumir una posición digna y retirarse antes de enfrentar sus intereses.
Otra cosa que parecen respetar los organizados delincuentes de la mafia es el patrimonio de la familia. Si por alguna razón los líderes de un grupo son arrestados o asesinados no se vale apoderarse de sus bienes, ni establecer movimientos jurídicos para perjudicar a los herederos.
Pero no todo es principios inquebrantables entre los mafiosi. Cada miembro deberá estar disponible para la Cosa Nostra en el momento que así sea necesario, aún si su respetable esposa se encuentra en labores de parto. Nada de correr de prisa echo un manojo de nervios al hospital para estar junto a su mujer mientras nace su vástago.
Fuera de los papeles del decálogo mafioso, la policía también ha encontrado algunos documentos que permiten realizar algunos cálculos sobre las ganancias de las familias.
Según informes revelados por las autoridades, el complejo organismo que es la mafia genera ingresos por el orden de los 75 mil millones de dólares al año, en concepto de chantajes y usura.
Los Diez Mandamientos de la Cosa Nostra, son los siguientes:
1. Nadie se presentará a sí mismo a uno de nuestros amigos. Siempre habrá una tercera persona que lo haga.
2. Nunca mirará a las mujeres de nuestros amigos.
3. Jamás serás visto con policías.
4. No irás a bares ni discotecas
5. Siempre estarás disponible para la Cosa Nostra, incluso si tu esposa está dando a luz.
6. Las citas deben ser respetadas.
7. Las esposas se respetan.
8. Cuando se te pida una información, contestarás con la verdad
9. No te quedarás con dinero que pertenezca a tus amigos ni a otras familias.
10. Quiénes no pueden formar parte de la Cosa Nostra: Aquellos que tienen parientes cercanos en la policía, aquellos con informantes en la familia y los que se comportan mal o son inmorales.
El crimen organizado es una maquinaria que funciona con engranajes meticulosamente lubricados. Las normas son claras y deben ser obedecidas. El rigor de los reglamentos de algunas agrupaciones al margen de la ley se hace extensivo a la sociedad.
En Italia, la vieja bota europea, los mafiosos han observado, al parecer, durante décadas, un código de conducta que hasta ahora había sido evidenciado.
La policía encontró entre innumerables folios, papeles, maletines, sobres y paquetes de todo tipo, un decálogo que debe ser observado con precisión, no solo por los elementos de rangos inferiores de la mafia, sino también por los líderes de las diversas organizaciones, los llamados capos.
Entre las prohibiciones de estos Diez Mandamientos de la Mafia, destaca que los integrantes de las familias no deben visitar los bares ni mirar con grosera insistencia a las mujeres del prójimo. En los bares, al ingerir bebidas alcohólicas en público, se corre el riesgo de ser indiscreto, de perder los estribos y ser vencido por un arranque de violencia, de cometer algún acto impropio de su investidura.
Sin embargo, la restricción sobre las mujeres ajenas, sobre las damas que someten el corazón del amigo, se encuentra explicada en un paréntesis y declara que sobre todas las cosas la mujer más respetada debe ser la del camarada, la del cercano aliado que comparte las tenebrosas incursiones en las coordenadas donde campea por sus respetos el delito.
La Cosa Nostra refuerza así su fama de agrupación basada en el respeto a ciertas relaciones, a ciertos lazos, entre las que destacan la sangre y la amistad. La familia es la sangre compartida, es la herencia de los elementos comunes que proporcionan identidad, los rasgos genéticos madurados por el tiempo y las uniones, la historia de los amores y de los sueños, de los fracasos y los triunfos.
La amistad es para el mafioso un encuentro de energías de la misma vibración cósmica, de vastos recorridos que confluyen en un mismo vértice, una forma de alcanzar estrellas y de asomarse a los abismos.
Así mismo, el decálogo mafioso indica que un buen gángster ha de circunscribirse a la puntualidad con meticulosidad, no debe irrespetar el tiempo de los demás, dilatar inútilmente una espera o un proyecto. No debe aguardarse una cita o una persona con angustia por ver el reloj a cada momento.
Nada enerva más los ánimos de estos asociados, de este cónclave de marginales que ver pasar tiempo sin provecho. Sus actividades pertenecen al sórdido mundo de la oscuridad y la llegada de la luminosidad podría ser para ellos nefasta.
A pesar de sus malas reputaciones, de sus juramentos sanguinarios, de sus miradas coléricas, de sus armas ocultas en los bolsillos del gabán, los pandilleros italianos juran tratar a su esposa con todo respeto y consideración que le hacen merecer el hecho de compartir con ella un proyecto de vida. Han de estar unidos por vínculos irrompibles, por eslabones indestructibles hasta donde lo permita el afecto. El fuego de la pasión podrá desaparecer y el certero golpe del amor haberse diluido en un beso sobre la mejilla, pero la esposa siempre ha de ser el cántaro y el mafioso el agua.
Esta lista de deberes fue encontrada por la policía tras el arresto de Salvatore Lo Piccolo, supuesto cabecilla de la mafia siciliana, luego de que el capo de tutti i capi, Bernardo Provenzano fuera puesto a las órdenes de los carabinieri.
Este código ético de los mafiosos ha sido redactado para modelar el comportamiento de los asociados. Mantener el orden dentro de los grupos mafiosos bajo conceptos tan parecidos a los preceptos tan próximos a lo moral, evoca una influencia religiosa. Para ceñirse a estas normas de conducta, los mafiosos italianos deben jurar fidelidad a la causa.
El sindicado debe repetir la siguiente oración: “juro ser fiel a la Cosa Nostra. Si traiciono, mi carne se quemará”. Así reza este juramento de quienes viven en el límite de la legalidad, de quienes trascienden los linderos de la civilidad con un arma en la mano y regresan a su ámbito manchados de sangre.
Deploran a si mismo los de la Cosa Nostra, que uno de sus correligionarios sea pariente de algún integrante de la policía. Estos no están a la altura de la organización. Deben entonces asumir una posición digna y retirarse antes de enfrentar sus intereses.
Otra cosa que parecen respetar los organizados delincuentes de la mafia es el patrimonio de la familia. Si por alguna razón los líderes de un grupo son arrestados o asesinados no se vale apoderarse de sus bienes, ni establecer movimientos jurídicos para perjudicar a los herederos.
Pero no todo es principios inquebrantables entre los mafiosi. Cada miembro deberá estar disponible para la Cosa Nostra en el momento que así sea necesario, aún si su respetable esposa se encuentra en labores de parto. Nada de correr de prisa echo un manojo de nervios al hospital para estar junto a su mujer mientras nace su vástago.
Fuera de los papeles del decálogo mafioso, la policía también ha encontrado algunos documentos que permiten realizar algunos cálculos sobre las ganancias de las familias.
Según informes revelados por las autoridades, el complejo organismo que es la mafia genera ingresos por el orden de los 75 mil millones de dólares al año, en concepto de chantajes y usura.
Los Diez Mandamientos de la Cosa Nostra, son los siguientes:
1. Nadie se presentará a sí mismo a uno de nuestros amigos. Siempre habrá una tercera persona que lo haga.
2. Nunca mirará a las mujeres de nuestros amigos.
3. Jamás serás visto con policías.
4. No irás a bares ni discotecas
5. Siempre estarás disponible para la Cosa Nostra, incluso si tu esposa está dando a luz.
6. Las citas deben ser respetadas.
7. Las esposas se respetan.
8. Cuando se te pida una información, contestarás con la verdad
9. No te quedarás con dinero que pertenezca a tus amigos ni a otras familias.
10. Quiénes no pueden formar parte de la Cosa Nostra: Aquellos que tienen parientes cercanos en la policía, aquellos con informantes en la familia y los que se comportan mal o son inmorales.
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